Mi hijo reacciona con mucha ira y es muy impulsivo

¿Cuántas veces habéis visto que vuestros hijos/as no consiguen gestionar la impulsividad o la ira?  A veces se encuentran en situaciones amenazantes para ellos y su único recurso es la agresión o el enfado.

Hay que entender que a veces nuestros hijos se encuentran en situaciones amenazantes y su único recurso es la ira o el enfado.

Vamos a enseñarte una técnica para que se la enseñes como un juego, así será más sencillo y disfrutará usando esta técnica que le vendrá genial para relajarse y controlar sus impulsos. Mediante este juego le ayudará a desarrollar la capacidad de conocer, expresar y manejar las emociones y así saber responder con autocontrol y canalizar la ira.  

Vamos a jugar!!!

Lo primero que vamos a hacer es contar el cuento de la tortuga.

Así le explicamos que al igual que la tortuga se metía en su concha cada vez que sentía ira y enfado, nosotros podemos hacer lo mismo y meternos en una concha imaginaria para relajarnos hasta que se nos pase el enfado.

Para que surta buen efecto vamos a hacerlo en etapas.

La primera etapa que puede durar de una a dos semanas, en ella le enseñamos a nuestro hijo a responder a la palabra “tortuga”, cerrando los ojos, pegando los brazos al cuerpo, bajando la cabeza al mismo tiempo que la mete entre los hombros y se repliega como una tortuga en su caparazón. Lo haremos varias veces y en diferentes momentos, sin que se lo espere. Jugando.

En la segunda etapa que puede ser en la tercera o cuarta semana desde que comenzamos nuestrojuego, le enseñamos a tensar todos los músculos mientras estamos en la posición de tortuga, mediante la tensión durante unos segundos y después relajar a la vez todos los músculos. Así que ya que hemos aprendido a relajar todos los músculos, jugaremos a hacerlos dentro del caparazón de la tortuga.

La tercera etapa del juego es hacer que juegue el solo en cualquier situación donde se encuentre nervioso, enfadado o con ira.

CUENTO DE LA TORTUGA

Hace mucho tiempo había una hermosa tortuga que tenía (4,5,6,7,8) años y que se llamaba Pepe. A ella no le gustaba demasiado ir al cole.

Prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio. Prefería correr, jugar. Era demasiado pesado hacer fichas y copiar de la pizarra. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de coches y nunca recordaba qué es lo que tenía que hacer. A Pepe lo que le gustaba era enredar con los demás compañeros, meterse con ellos y gastarles bromas.

Cada día, cuando iba camino del colegio, se decía que intentaría no meterse en líos, pero luego era fácil que alguien hiciera que perdiera el control, y al final se enfadaba, se peleaba y el profesor le reñía o le castigaba. “Siempre metido en líos”, pensaba. “Como esto siga así voy a acabar odiando al colegio y a todos”. La tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía encontró al viejo señor Tortuga, el más sabio del lugar.

Cuando el señor Tortuga vio a Pepe le preguntó por qué estaba tan triste, y Pepe le contó lo que le pasaba, que siempre se metía en problemas y que se portaba mal sin saber por qué. El señor Tortuga le sonrió y le dijo que comprendía lo que le había contado porque hacía mucho tiempo, antes de que fuera tan sabio, él también se enfadaba cuando hacía cosas que no estaban bien. Pepe se sorprendió y le preguntó cómo había aprendido a portarse bien. El señor Tortuga le dijo:” Bien, Pepe, he aprendido a utilizar mi protección natural, mi caparazón”.

“Tú también puedes esconderte en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, cuando tengas ganas de gritar, de pegar, de romper cosas. Cuando estés en tu concha puedes descansar hasta que ya no te sientas tan enfadado. Así que la próxima vez que te enfades! métete en tu concha!

El señor Tortuga le contó a Pepe que había aprendido a dominarse en las situaciones difíciles metiéndose en su caparazón, respirando profundamente y relajándose (soltando todos sus músculos, dejando que cuelguen manos y pies, no haciendo nada de fuerza con su tripa, respirando lentamente, profundamente). Además, pensaba cosas bonitas y agradables mientras se estaba relajando.

Después pensaba en la situación en la que se encontraba y en la forma de solucionarla.

Planteaba cuatro o cinco ideas e imaginaba lo que sucedería si ponía en práctica cada una de estas cosas.

Finalmente seleccionaba la mejor.

Así es como llegó a ser sabio. Bien, Pepe se entusiasmó realmente con la idea. Fue más a gusto al colegio cada día pues tenía muchos amigos y su profesor y sus padres estaban muy contentos con él.

Pepe siguió practicando cómo solucionar las situaciones difíciles hasta que verdaderamente lo hizo bien. Tú puedes también hacer lo que hace Pepe. Cuando estés muy enfadado y veas que vas a meterte en líos, puedes aislarte en tu caparazón, relajarte y decidir qué es lo que hacer.

Buscar psicólogos infantiles que ayuden a los padres a afrontar el reto de la educación puede facilitar mucho las cosas sobre todo en los casos más complicados

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